Marc Goodman, un experto en materia de seguridad mundial con larga experiencia de trabajo en el FBI y la Interpol, escribió en el año 2015 un libro sobre seguridad titulado Future crimes (Delitos del futuro). Aunque el título pueda dar la impresión de que el contenido del libro trata de ciencia ficción y temas futuristas, por el contrario, trata de tecnologías actuales que el crimen organizado lleva utilizando desde hace décadas y advierte del inminente peligro que supone el desarrollo exponencial tecnológico.
El autor informa que el crimen organizado dispone de tecnología más avanzada que la policía, y que la mayoría de los funcionarios del gobierno responsables de seguridad desconocen los avances tecnológicos incipientes que los delincuentes utilizan contra la población, sin que los funcionarios de policía, abrumados por la cantidad de delitos tradicionales, sean capaces de hacer frente a los nuevos delitos llevados a cabo con tecnologías punteras. Por poner algunos ejemplos, la delincuencia organizada utiliza drones para transportar droga, hackea cuentas bancarias para robar, utilizan nuevas tecnologías en medicina para matar, etc.
Puede parecer una paradoja que, precisamente en EEUU, país con el mayor gasto militar del mundo en desarrollo de tecnologías punta en temas de seguridad, sea el crimen organizado y no los servicios gubernamentales quienes dispongan de tecnologías incipientes. Este dato refuerza la sospecha de que, como en otros muchos países del área occidental, existe un Estado paralelo, al margen de la ley, que opera para beneficio propio a diferencia del resto de los funcionarios del Estado que actúan de buena fe y que trabajan para el beneficio público. Es conocido que la CIA ha instruido organizaciones terroristas y se ha financiado con la venta de drogas además de conspirar contra gobiernos legítimos y democráticos que se oponían al saqueo de los bienes de sus países.
Mucho más alarmante es que las tendencias neoliberales, claramente antisociales, se hayan impuesto en los estados occidentales de forma que se permitan estafas descomunales de los bienes públicos sin que la sociedad pueda impedirlo, además de atentar contra la integridad y seguridad de los ciudadanos.
El libro se centra más bien en delitos cibernéticos, y muestra de forma amena muchos casos en los que los ciudadanos han sido víctimas de delitos a causa de dejar datos personales en Internet. El enorme peligro que supone un desarrollo tecnológico exponencial si se usa para beneficio propio en detrimento del resto de los mortales, es decir, si cae en manos de organizaciones criminales, es una amenaza que el autor califica de “tsunami” capaz de desestabilizar la seguridad mundial.
El autor no trata de catalogar la innovación criminal y nuevas tecnologías, sino que, más bien, trata de mostrar un camino para impedir hoy los delitos del mañana antes de que sea demasiado tarde. De hecho, el contenido se ha quedado un poco desfasado y desvela que la policía en general desconoce innovaciones técnicas que son usadas por el crimen organizado desde hace décadas, y con mayor razón es más difícil detectar los continuos avances usados con fines delictivos. Por poner un ejemplo, los avances en neurociencias que ya en los años 1970 dieron lugar a denuncias por implantes ilegales, parece ser que es un tema prácticamente desconocido por la policía en general, aunque está documentado que, en algunos países como Suecia, ya en los años 1960, la policía en colaboración con las autoridades sanitarias implantaba aparatos electrónicos en cerebros de personas involuntarias, al igual que está documentado que la CIA cometió crímenes de lesa humanidad de forma sistemática durante décadas experimentando con seres humanos en el proyecto MK-Ultra.
Página de Facebook que trata sobre nuevas tecnologías en neurociencias y control mental:
https://www.facebook.com/Control-mental-223504661022147/
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