3 comentarios el “¿Franco o EEUU?

  1. Hace unos años, alguien que conocí «de barrio» pero con el vicio obsesivo de la lectura y una buena inteligencia, me contó que trabajaba en una multinacional farmacéutica. Al principio, se sentía algo alienígena en aquel ambiente y no sabía muy bien porqué pero era obvio que se trataba de las relaciones con el resto de la plantilla de la empresa. En un momento dado, se dio cuenta de los apellidos e la mayoría de gente que la rodeaba, con cargos de responsabilidad y que pertenecían a directivas. La mayoría eran de origen navarro y vasco y, en general, de familias vinculadas al opus dei. Esta persona tenía cierta responsabilidad y llegó a trabar cierta confianza con el enlace en la empresa matriz (o como se diga). Un día comentó este detalle y el enlace le confirmó que efectivamente y que era algo generalizado en las empresas multinacionales en España. No les entusiasmaba la idea (imagino que por el contraste ideológico protestante-liberal y católico-conservador) pero era lo que había. Claro, el Opus Dei y su red afín controlan el tejido educativo y universitario mejor posicionado para ocupar luego puestos de influencia y responsabilidad. Por ejemplo, no se si pertenece al Opus Dei pero el actual ministro de sanidad, miembro del PSOE, es católico declarado, estudió en la Universidad de Navarra (la del Opus, claro) y está casado con una directiva de Nestlé. Sospecho además, que en el mundo la psiquiatría hay una fuerte influencia de esas redes, no sólo en el aspecto sanitario sino también en el social con toda una estructura de fundaciones religiosas que atienden al colectivo loco para que se tomen sus pastillas. Una violencia aún poco conocida. La relación entre agresiones (sexuales o físicas) e iglesia católica da para mucho también. Un porcentaje muy elevado de personas con trastornos de tipo psicótico, tiene en su historia personal este tipo de violencia. Lejos de señalarse como un daño traumático, sirve para invalidar el testimonio de la persona e incluso que lo haga ella misma gracias al discurso biologicista de «esto es una enfermedad del cerebro y sin cosas de genes».

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